300 años de RAE

Tres siglos son muchos años. Especialmente cuando nos referimos a una institución sin ánimo de lucro, cuyo lema mítico «Limpia, brilla y da esplendor» no se refiere al pavimento, las ventanas o la imagen pública de un politico, sino al idioma que compartimos, como lengua materna, más de 400 millones de personas.

El tercer centenario de la Real Academia Española se hizo coincidir con el lanzamiento de su nuevo diccionario, el cual ha abierto las puertas de la correcta semántica a palabras tan curiosas como amigovio (esa pareja que es mucho más que un amigo y un poco menos que un novio), tuitero (y todos los derivados de tuit), agroturismo, papichulo, birra, cagaprisas, chupi, precuela o botellón.

Llama la atención que, hasta hace nada, no podíamos referirnos con total pulcritud léxica al anisakis del pescado ni al bótox que algunas estrellas estupendas —o no tanto— se inyectan en su rostro. Que no debíamos llamar coach a ese entrenador personal que nos ayuda a plantearnos y alcanzar nuevas metas y objetivos. No era correcto decir que acudíamos a relajarnos al spa, o que nos conectábamos a la wifi o ibamos a entrar en la intranet. Carecíamos del beneplácito de los académicos para hacerlo. Ahora ya sí, porque el libro de los libros de las palabras españolas se ha vuelto a actualizar con lo más chic y popular del habla hispanoamericana. Son 93.111 los vocablos que podemos emplear para comunicarnos. No está mal. Las posibilidades no son, desde luego, reducidas.

Por el camino se han quedado palabras “viejunas” que no echaremos de menos, así como acepciones socialmente improcedentes o sexistas, como la de «débil, endeble» para femenino y «varonil, enérgico» para masculino. Somos en realidad los hablantes quienes determinamos con nuestros usos y elecciones ese idioma español que compartimos. Pero no está de más que un grupo de expertos, heterogéneo y altamente cualificado, destile ese legado que entregaremos a nuestros descendientes y administre los tiempos de esta lengua nuestra que, no lo olvidemos, se habla en un total de 31 países y alcanza al 6% de los hablantes del planeta.

Al margen de las críticas que todas las instituciones pueden recibir, y con los desencuentros naturales que sus decisiones específicas producen, no cabe duda que la RAE está haciendo muchísimo por nuestro idioma. Desde hace ya trescientos años. El español sigue brillando, desde luego, como nunca.

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