Del deporte doméstico ya hablamos hace algunos post en esta misma sección, aquel que nos ayuda a mejorar nuestro estado de forma modificando apenas un poquito nuestras rutinas caseras.
En el mejor de los casos, nuestra particular “operación bikini” habrá dado sus frutos y habremos estado en condiciones de lucir palmito este verano. Es época de ensaladas, gazpachos y mucha fruta, pero también de helados, refrescos, cervecitas, tapeo, excesos y descontrol alimentario. Lo que nos ha costado tanto esfuerzo conseguir durante la primavera, ha desaparecido a menudo al terminar la época estival, sobre todo si hemos tenido la fortuna de ir a un hotel o apartamento con todo incluido, donde desde el desayuno hasta la recena multiplicamos inconscientemente las ingestas por aquello de que nos salen gratis. Uf, irremediablemente volvemos de la playa o la montaña hinchados, derrengados y un tanto abotargados. ¿Qué podemos hacer para evitarlo? Moderarnos, lo primero; pero es cierto que las vacaciones suelen ser solo una vez al año y es época de disfrutar, no de privarse. Nos queda, como siempre, ese deporte doméstico. Y no, no basta con haber seguido intensamente los partidos de la selección y salir a festejar sus victorias y sus gestas; ni haberse acomodado en el sillón para ver en la televisión los logros de nuestros olímpicos. Se trata de activar nuestros cuerpos con rutinas dinámicas que nos ayuden a mantener la forma con pequeñas actividades de deporte doméstico. Si nos encontramos en la playa, los paseos marítimos se convierten en fabulosos escenarios para ejercitarnos: correr, patinar, ir en bici o, simplemente, caminar por ellos a diario es una divertida y apropiada manera de practicar ejercicio en verano. Si nuestro destino es la montaña, las excursiones y los deportes de aventura (senderismo, montañismo, trekking, rafting, descenso de barrancos…) son atractivas opciones. Salir de marcha y bailar, bailar, bailar hasta las tantas también es deporte doméstico y una buena forma de quemar sobrantes, siempre y cuando no abusemos del alcohol ni de la comida basura durante la velada.
No te olvides que el sedentarismo es, antes que nada, una cuestión de actitud: es nuestra voluntad la que determina lo que podemos hacer y cómo hacerlo. Cierto es que el calor no ayuda, pero las largas siestas tras una sobremesa suculenta, el devorar tardes de piscina en la tumbona sin otra ocupación que el picoteo y los refrescos, y esas apáticas estancias hoteleras basadas en los tres horarios de las comidas, que centran toda nuestra actividad diaria, no nos ayudan en nada.
Es posible descansar desde la actividad. Nos relajaremos mejor, nos sentiremos más a gusto y nos resultará menos costoso, al acabar las vacaciones, volver a trabajar. Hay muchas maneras de pasar un verano olímpico sin obligarnos a hacer grandes sacrificios. Cuidarnos un poquito cada día es suficiente… para terminar el verano en mejor forma que nunca. Y no os olvidéis del tan beneficioso y poco costoso deporte doméstico.