La barba hipster está de moda. Es una evidencia incuestionable que los rostros masculinos velludos se imponen en las pasarelas, las calles y los medios de comunicación. El metrosexual de los noventa, con su rostro lampiño y aniñado, deja paso a una imagen leonina y muy peluda.
Cuentan los especialistas en estudios científicos inverosímiles que el relanzamiento periódico de la barba masculina está vinculado a una suerte de selección natural de tipo sexual. Establece su tesis que el ciclo de vida del atractivo de la barba viene a ser, aproximadamente, treinta años; pasado este periodo, el vello facial —por la repetición— deja otra vez de resultar atrayente. Otros asocian el auge de las barbas rizadas y pobladas de hoy a la crisis económico-financiera de 2008: como ocurrió en los años treinta en los Estados Unidos, tras la crisis del 29, la falta de trabajo genera una relajación social del afeitado y una mayor proliferación de rostros barbudos.
Sea como sea, se llevan los barbados. La imagen fashion que triunfa se aproxima a la de los rústicos leñadores de montaña que poblaban nuestros cuentos de la infancia. Este look sienta muy bien, sobre todo, a los caballeros con la cara delgada. El volumen les otorga elegancia y madurez, algo en lo que el modelo Christian Göran —más conocido como la «Barba de Trivago»— ha sido pionero. Hoy en día modelos de publicidad y de pasarela, líderes mediáticos y ciudadanos de toda condición siguen la tendencia adquiriendo esta barba hipster que comenzó a emplearse en la tribu urbana que le da nombre.
Se trata de una barba poblada, rizada y, en teoría, algo descuidada. Pero no nos engañemos: lucir una buena barba exige dedicación y retoques. Ir al barbero, perfilarla, peinarla, lavarla con champú e incluso teñirla con productos especiales para eliminar la variedad tonal que suelen tener estos pelos (rojizos, canos, negros, rubios o castaños). Y, desde luego, cada vez más hombres están recurriendo a la depilación láser para perfilar mejor esa barba aparentemente descuidada de la que presumen y a la que, en realidad, dedican sus desvelos.