Todos aprendimos en la escuela, y nuestros hijos lo siguen haciendo, que el ser humano tiene cinco sentidos: vista, oído, gusto, olfato y tacto. Hoy en día, sin embargo, esta concepción está cambiando. Parece ser que tenemos muchos más: hasta doce, o veinte, según diversos autores.
Se llama sentido al elemento fisiológico que nos permite percibir tanto el mundo exterior como interior. Cuando probamos un caramelo de limón, palpamos una habitación en busca del interruptor o escuchamos una lejana melodía, estamos recibiendo estímulos y datos que nos permiten conocer el entorno y situarnos en el mundo.
La neurociencia, la psicología cognitiva y la filosofía de la percepción están impulsando nuevos conocimientos al respecto, superando la teoría inicial de los cincos sentidos clásicos. Parece ser que tenemos más. Aunque los expertos no acaban de ponerse de acuerdo sobre cuántos, cuáles ni cómo clasificarlos.
Así, se habla por ejemplo del sentido vital, que nos informa sobre el buen o mal estado de nuestros órganos internos: todos percibimos su existencia durante un día de resaca, cuando un “sexto sentido” nos avisa de nuestro desajuste —o cataclismo, según los casos— interior. El sentido del movimiento, determinante para poder activar nuestros músculos, y el sentido del equilibrio, sin el cual no podríamos diferenciar si estamos arriba o abajo, son también sentidos corporales que están siendo investigados.
¿Y qué pasa cuando sabemos que un objeto está caliente sin necesidad de tocarlo? Los receptores de estas sensaciones difieren de los del tacto, no son los mismos, razón por la cual también se está empezando a considerar la existencia de un sentido del calor.
Otro grupo de sentidos “novedosos” estaría formado por los sentidos sociales que, además del oído, incluirían el sentido verbal —aquel que nos permite entender el patrón de sonidos que emite cada persona—, el sentido intelectivo —capaz de interpretar el lenguaje extralingüístico de otro individuo y comprender lo que piensa o siente aunque no lo haya expresado— y el sentido del yo ajeno, gracias al cual todos nos sentimos únicos, originales, diferentes.
La Universidad de Washington, ubicada en St Louis (EE. UU.), está investigando la existencia de un sentido de alerta ubicado en el cerebro, el cual se activaría cada vez que nos encontramos en peligro. Asimismo se habla de la nocicepción, vinculada a la percepción del dolor, entre otros posibles sentidos.
Así que, quién sabe, probablemente dentro de muy poco habrá quedado desfasada la expresión “un sexto sentido” y tendremos que referirnos al decimotercer o vigésimo primer sentido para reflejar este concepto.
No quedará tan redondo, pero resultará más preciso.