Los yuccies acaban con los hípsters

El look hípster está llamado a ser historia. Se imponen los yuccies: un enfoque joven, mucho más urbano y cosmopolita, que apuesta por un estilo fresco, sencillo y natural basado en outfits básicamente minimalistas y sueños planteados en primera persona.

«Cuando las barbas de tu vecino veas pelar, pon las tuyas a remojar», recoge el refranero popular español desde mucho antes de que los barbados, las franelas y las bicletas vintage se convirtieran en símbolos de una tendencia incontestable del siglo XXI. Según parece, los hípsters han muerto de éxito. Como siempre ocurre, lo que comienza siendo una contracultura termina absorbido por aquello que combate, consumido, generalizado y canibalizado hasta que pierde totalmente su sentido. Convertidos en una moda más, los hípsters han devenido, precisamente, en lo que intentaban contrarrestar: lo corriente. Y ahí se inició su caída.

Pero —hoy estamos de refranes—, «a rey muerto, rey puesto»: las tendencias culturales no necesitan esforzarse para reinventarse. Desde Estados Unidos llegan los yuccies, que podrían definirse como jóvenes creativos urbanos. Sin duda, este perfil de hombre es mucho más acorde con lo que desearíamos como novio para nuestras hijas: treintañero, bien rasuradito, perfectamente peinado, con un look sencillo y natural, sin estridencias, y con un perfil emprendedor que lo anima a afrontar el porvenir con energía. Así, persigue sus sueños de un modo diferente al de los hípsters: no como utopías sociales, sino revertidos en su propia vida. Por eso suelen ser —o aspiran a serlo— pequeños y medianos empresarios, rehuyen los empleos tradicionales —que consideran tediosos, limitadores y castrantes— y apuestan por la creatividad y las aficiones imaginativas.

Habituados a vivir en las ciudades, y perfectamente adaptados a ellas, los young urban creatives están invadiendo nuestra sociedad de forma exponencial. Los besos, las sopas y los espaguetis, muy pronto, van a dejar de saber a pelo. La suavidad del rostro masculino —y de su ropa— está volviendo a ser un valor en alza. De la mano de estos chicos, Spotify seguirá multiplicando su influencia e Instagram continuará ganando terreno frente a Twitter. Los yuccies viven la moda de una manera instintiva, en la que la comodidad, la desenvoltura y el buen rollo son más importantes que las tendencias en sí mismas.

Vienen para comerse el mundo, no tienen pelos en la boca ni franela en los bolsillos. Se preocupan de la salud y la cuidan, desde luego, pero no están obsesionados por la alimentación orgánica, los productos artesanales ni los artículos de segunda mano.

Así son los yuccies.

Y a los pobrecitos hípster, desfasados como consecuencia de sus propios éxitos, solo les quedan dos alternativas: afeitarse la pelambre y renovar su indumentaria —y sus costumbres— o convertirse en apóstoles de un movimiento fósil que quizás consiga renacer en su momento, pero que nunca más volverá ser lo que era.

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