Nuestros cielos nocturnos cada vez están más mustios y apagados. Resulta complicado descubrir en ellos las estrellas, admirarlas y gozar la plenitud de su presencia como hacíamos antaño. ¿Nos han dado la espalda las galaxias? En este artículo… descubrirás lo que pasa.
El cielo siempre ha sido un referente para los humanos, como la proverbial, concisa y siempre estimulante sabiduría china ha sintetizado en una frase: «Si quieres darle al árbol, apunta al cielo; si apuntas al árbol… le darás al suelo». Efectivamente: la majestuosidad del firmamento siempre ha estado ahí para recordarnos la inmensidad del universo, la pequeñez de nuestra vida y, por eso mismo, lo maravillosos, únicos e irremplazables que somos.
Por eso nos reconforta tanto alzar la vista en una noche plácida y encontrar en el cielo esas estrellas que, por efecto de la astronomía y la magia inescrutable de la física, se muestran ante nuestros ojos con su aspecto del pasado, de hace algunas décadas o años. De hecho, ciertas de ellas ya no existen, explotaron mientras su imagen recorría los miles de años luz de distancia que las alejaban de nosotros. ¡Qué magnífico resulta sentirse parte de un todo tan complejo, hermoso y misterioso!
Sin embargo… ¡qué complicado nos resulta ahora hacerlo! Porque, ¿dónde están actualmente las estrellas? ¿Por qué es casi imposible verlas? Quién más quién menos, todos recordamos de nuestra infancia esos cielos nocturnos de esplendorosos matices azulados o añiles espolvoreados con infinidad de puntos luminosos, salpicando irregularmente su extensión en esa especie de hipnótico sarampión brillante que nunca terminaba. La Vía Láctea, la constelación del zodiaco, la Osa Mayor, algunos planetas… todo permanecía visible y admirable.
Pero, hoy en día, ¿qué nos encontramos al mirar al cielo cualquier noche? Opacidad. Ausencia. Un conglomerado mustio de grises y azules desvitalizados, ocasionalmente interrumpidos por alguna lucecita tenue y angustiada, que parece perdida en ese magma de vacío. ¿Dónde se han marchado las estrellas? ¿Por qué no las vemos? ¿Nos han abandonado?
Lo cierto es que ellas siguen estando ahí, guiando a quien las mira. Pero hemos ensuciado tanto nuestra atmósfera, hemos contaminado tantísimo la Tierra que nos vemos obligados a renunciar a su contemplación y belleza. Un impresionante vídeo de National Geographic es extremadamente revelador a este respecto. Presenta una secuencia ininterrumpida de cielos norteamericanos estrellados, ordenados en función del nivel de contaminación de cada localización. El primero es el cielo de San José de California, cuyo nivel 8 de polución nos impide ver otra cosa que un espacio gris, vacío y lánguido, carente de atractivo. Conforme el nivel de contaminación de las escenas va disminuyendo, las estrellas aparecen —tímidamente primero y con total esplendor más tarde— hasta llenar con su poético encanto el cielo de las zonas más afortunadas: Crater National Park (nivel 3), Lassen National Park (nivel 2) y Eureka Dunes, en Death Valley NP (nivel 1), por ejemplo, ofrecen unas imágenes idílicas, inconmensurables, que parecen haber sido tomadas con un telescopio de larguísimo alcance. El vídeo, de apenas tres minutos de duración, es tan espectacular como impactante. No debes perdértelo.
La reflexión que nos plantea este audiovisual es, desde luego, más bien inquietante. ¿Merece la pena renunciar a las estrellas? ¿Lo que obtenemos compensa el sacrificio? Posiblemente, ha llegado el momento de mirar de nuevo al cielo. Para poder darle al árbol.