Este año va a ser diferente: vamos a tener un poco más de tiempo, así que el objetivo debe ser sacarle el máximo partido. En una época como la actual, en la que las prisas nos acompañan a diario, esta meta puede convertirse en un auténtico reto.
La sabiduría popular suele expresarse a través de proverbios y aforismos que sintetizan las ideas incontestables obtenidas a partir de la experiencia. Es por todos conocido el refrán «El tiempo es oro», que recoge a la perfección la importancia de este elemento para el ser humano, mucho más en una sociedad como la actual, donde la inmediatez —la instantaneidad incluso— y las prisas dominan nuestras vidas.
Los avances tecnológicos, lejos de simplificarnos la existencia, nos han sumido en una vorágine de actividad gobernada por agendas electrónicas repletas, en las que incluso nos hemos visto obligados a apuntar el tiempo dedicado a estar con nuestros hijos. Para muchos, el tiempo es en la actualidad más valioso que el dinero.
Decía la canción sesentera de Los Stop: «Salud, dinero y amor. El que tenga esas tres cosas, que le dé gracias a Dios». Pues bien, sin duda hoy en día tendría que incluir un cuarto aspecto: el tiempo.
Dicho esto, cabe añadir que en 2015 estamos de enhorabuena. Porque va a ser un año más largo que el anterior. Podremos disfrutar de… ¡un segundo más!, el cual se incluirá en la medianoche del 30 de junio. No vamos a extendernos demasiado en las razones de este hecho, ligadas a la rotación más lenta de la Tierra sobre su eje a causa de la acción del Sol, la Luna, los vientos y las mareas. La consecuencia es un desajuste entre el tiempo astronómico y los relojes atómicos, tan precisos que deben ser manipulados para sincronizar dicho cambio. La realidad es que de las 23:59:59 del día 30 de junio se pasará en los relojes atómicos de todo el mundo a las 23:59:60 y, a continuación, a las 00:00:00, siempre en horario GT. Ya se ha hecho con anterioridad en otras ocasiones (veinticuatro segundos suplementarios desde 1972), pero lo cierto es que deberíamos convertir esta anécdota en un símbolo vital y esforzarnos por gestionar mejor nuestro tiempo, sacarle todo el partido, aprovecharlo al máximo.
Cada segundo desperdiciado jamás vuelve. Se pierde para siempre. Lo cual no significa que debamos sumirnos en una sinrazón de actividad irrefrenable. Buda, al final de su vida, afirmó: «Si tuviera que repetir de nuevo mi vida, saldría antes al campo en primavera y me quedaría al aire libre hasta más tarde. Haría más excursiones, contemplaría más salidas de sol y jugaría con más niños».
De eso se trata exactamente, de administrar con la máxima pericia ese tesoro que todos hemos recibido: el tiempo. La vida. La existencia.
Con la responsabilidad de saber que cada segundo gastado, y no invertido, es un segundo perdido.