El aterrizaje del robot Philae en el cometa 67P Churyumov-Gerasimenko constituye un verdadero hito de la exploración espacial que está acaparando el interés informativo de los principales medios de comunicación mundiales.
La actualidad tiene estas cosas. Porque, siendo sinceros, ¿qué ciudadano de a pie, como nosotros, se había interesado hasta ahora en saber qué es un cometa? Chury, que así han bautizado cariñosamente al receptor de este acometizaje histórico, fue descubierto en 1969 —curiosamente el mismo año en que el hombre llegó a la Luna—. Como cualquier otro cometa está compuesto por los materiales orgánicos que dieron forma al Sistema Solar hace 4.500 millones de años: hielo, vapor de agua, polvo, dióxido de carbono, amoníaco y otros gases se reparten entre el nucleo helado y la cola que, en algunos casos, puede alcanzar cientos de millones de kilómetros de longitud.
Es, para que nos hagamos una idea, como una gigantesca bola de nieve sucia cuyo destino final depende de las circunstancias: los cometas emprenden largos viajes sin rumbo, igual que esos mochileros alocados que deciden recorrer nuestro planeta dejándose llevar por lo inmutable. Acaban chocando entre sí, orbitan y orbitan sin parar, se acercan o se alejan del Sol e incluso pueden llegar a morir por el calor que este genera.
Chury no nos queda demasiado a mano, todo sea dicho. Se encuentra entre las órbitas de Júpiter y Marte, a 511 millones de kilómetros de nuestro planeta. Este proyecto se inició hace 20 años, y la nave Rosetta —de la que se ha desprendido Philae— ha viajado por el espacio 10 años hasta llegar a él. Difícilmente, pues, se va a convertir en un destino turístico masivo como puede ser la romántica París o las playas españolas. En términos científicos, sin embargo, esta iniciativa permitirá ahondar en el conocimiento del origen del Sistema Solar y estudiar cómo se transforman los objetos cuando se acercan al Sol.
Pese a las dificultades del anclaje, que no fue tan perfecto como se había planeado, el bueno de Philae ya está operativo. Nos ha salido muy trabajador. Como explicó el científico italiano Roberto Battiston, parafraseando la mítica sentencia de Neil Armstrong, el primer ser humano que pisó la Luna: «Ha sido un pequeño paso para un robot, pero otro gran paso para la Humanidad». Una frase legendaria que, por cierto, Armstrong no improvisó, ya que la llevaba preparada. Orbitaremos alrededor de esta noticia en nuestro siguiente viaje intergaláctico.