Quienes vivimos en Zaragoza somos conscientes de que disfrutamos de la calidad de vida de una ciudad estratégicamente situada y con un tamaño óptimo, ni pequeña ni demasiado grande. Aún así, no siempre la valoramos como se merece. Un reciente artículo, publicado en uno de los periódicos más prestigiosos y leídos del mundo, elogia nuestra ciudad y sus virtudes.
El carácter de los aragoneses, tan noble, amistoso y agradable siempre, se caracteriza también por valorar mucho más lo de fuera que lo propio. Precisamente por eso queremos destacar en nuestro blog el reportaje publicado sobre la ciudad de Zaragoza en The Washington Post, en el cual se elogian la gastronomía, la historia y el arte de nuestra ciudad, que queda señalada como una de las poblaciones españolas que conviene visitar.
La periodista Michelle Locke, de la agencia AP, firma este artículo en el que asegura que, más allá de ser conocida como enclave equidistante entre Madrid y Barcelona, «Zaragoza es un pequeño tesoro por su arquitectura, su arte y sus tapas». La articulista confirma que nuestra capital «merece una mirada más cercana» y detalla algunos de sus valores y atractivos turísticos principales. Entre ellos, destaca el Museo de Goya, La Aljafería y la plaza del Pilar. Como no podía ser de otra manera, también señala como destino gastronómico imprescindible El Tubo, recomendando a sus lectores no acudir con hambre de cinco a ocho de la tarde, pues la mayoría de sus locales se encuentran, entonces, cerrados.
Lo cierto es que el reconocimiento de un periódico internacional de tanto prestigio es, en todo caso, una excelente noticia y un motivo de orgullo para los zaragozanos. La capital del Ebro es una localidad monumental con mucho que ofrecer en cuanto a patrimonio, historia, cultura y experiencias gastronómicas. Una auténtica caja de sorpresas cuyos habitantes son simpáticos, hospitalarios y están siempre dispuestos a acoger a sus visitantes.
Como sabemos los maños, nuestra ciudad también es estupenda para pasarlo bien, gracias a su animada vida nocturna, sus propuestas culturales, sus centros comerciales y zonas de compras, sus magníficos parques y todo tipo de entretenimientos que proporciona.
Quién sabe. Quizá este artículo publicado en The Washington Post nos va a traer nuevos turistas norteamericanos hasta la Basílica del Pilar, a los cuales nos encontraremos tapeando o comiendo bocadillos de calamares bravos en El Tubo. Ojalá. Aunque, en realidad, eso no depende nosotros. Lo que sí está en nuestras manos, como zaragozanos, es que aprendamos a reconocer y valorar lo que nuestra estupenda ciudad nos ofrece.
Cuando el Ebro suena…